viernes, 29 de junio de 2012

Es un día triste


 
Es un día triste porque miles de compañeros serán hoy despedidos y después, en poco más de dos meses, no contratados. 

Es un día triste porque continúa el fin de la escuela pública, con unas ratios por aula increíbles e inasumibles para la correcta práctica de la docencia, con una tremenda falta de profesores, con falta de recursos, sin becas, sin libros gratuitos, sin… Se entiende.

Es un día triste porque la próxima vez que los centros abran sus puertas lo harán con un 20% menos de plantilla.

Es un día triste porque muchos de mis compañeros, todos los que tenían vacante, suponían su trabajo hasta el  14 de Septiembre y, un día porque sí, les birlaron dos meses de trabajo y sueldo. 

Es un día triste porque, no conformes con ello, han mendigado en la ignominia, buscado en el cajón de los rastreros para ahorrarse el pago de un día (sí, como lo oyen) y despedir a los compañeros hoy y no mañana aunque su contrato marcara como fecha de fin el 30 de Junio.

Es un día triste porque  otros miles de no compañeros han minusvalorado la lucha por la educación pública y, en este día, son corresponsables de esta tremenda tropelía.

Y, principalmente, es uno de los días más tristes de mi vida porque nos da igual. Porque no existe ninguna conciencia de clase y, ni tan siquiera, de grupo o colectivo. Porque hay quién justifica, quien aplaude, quien ríe y, mucho peor aún, quien baja la cabeza y deja que sus compañeros pierdan su dinero, su tiempo y, en los peores casos, su trabajo sin hacer nada. Es un día muy triste porque recibo una lección tremenda y difícil de borrar: cuatro pueden hacer lo que quieran, por indigno que sea o parezca, con millones.

Gracias a los que han estado en la brecha, interinos y fijos, y, sobre todo, unas amargas gracias a los que me han hecho ver de qué pasta es el mundo…. Y ellos.

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