miércoles, 18 de julio de 2012

Ni cien políticos en mis espaldas, ni uno solo que me los quite.


El rumor-noticia-dato-información de que en España hay casi medio millón de políticos está circulando, con tremenda fuerza por cierto, por la red y también en el boca a boca. La gente se siente indignada, como es lógico, ante tal dato y pide la cabeza de los máximos posibles de ese medio millón. Piensan, rápidamente, en los sueldos, dietas, escoltas, coches oficiales y demás parafernalia que tienen que mover ese amplío grupo de privilegiados. Niego la mayor en varios sentidos y doy la razón en otros. Espero saber explicarme.

Ese dato debería ser, como mínimo, precisado. Muchos podemos pensar, y pensamos, que en España hay casi medio millón de políticos electos y, por supuesto, no es así. Parece ser que el dato de políticos electos más real, sin querer yo asegurar que sea exacto, sería unos 73.500. Este número lo obtenemos de la suma de 350 diputados del Congreso, 266 senadores, 1.218 diputados autonómicos, 68.462 alcaldes y concejales, 1.810 consejeros comarcales (en Aragón y Cataluña) y 1.409 diputados provinciales y consejeros insulares.  Si fuéramos aún más precisos, deberíamos restar a esa cifra la cantidad de diputados provinciales porque son antes concejales y, por otro lado, sumar los eurodiputados. Como vemos los datos son claros y no podemos creer al primero que diga, como esta mañana mismo he leído por ahí, que entre diputados y senadores hay mil políticos. Sí, se asevera de esta manera tan burda una falacia fácil de desmontar.

Algunos no se conforman y los que saben de diseño han creado cartelitos que dicen que “si se recortaran cada uno de los más de 425.000 políticos 1000 euros se ahorrarían casi 5000 millones de euros.” Lo que no dice ninguno de los carteles es que, además de no existir, como hemos explicado, ese número de políticos, muchos de ellos no pueden dejar de ganar 1000 euros porque ingresan la friolera de 0 € al mes. Miles de concejales, diría que quizás el 80%, no cobra nada en concepto de pago o sueldo (quizás, y no todos, una media de 30 o 50 euros por asistir a los plenos) Por lo tanto la mentira suena genial pero, en la práctica, es mentira. Ni que decir tiene que de esos 73500 políticos la amplísima mayoría no tiene, ni ha visto nunca, un coche oficial, un escolta… ni nada que se le parezca.

Supongo que para alcanzar esa cifra, que supongo sale de algún sitio, se sumaría toda contratación o desginación a cargo del erario público y realizada por políticos. No es lo mismo aunque por aquí sí habría un interesante debate.

Dicho esto creo que debo dar la razón, como decía al principio, en otras cuestiones que giran en torno a la supuesta cifra de políticos. Es cierto que lo que no se puede consentir es que no tengamos una tabla que regule los sueldos de los políticos. Sí, no puede ser que dos municipios de similares características y tamaño, tengan alcaldes con sueldos entre los 1000 y los 4000 euros al mes. No es lógico que presidentes de comunidades autónomas (incluso no sé si no habrá ciertos alcaldes) cobren más que el presidente del gobierno y los ministros. Por lo tanto parece lógico que exista una tabla o una guía para que no sean, en última instancia, los propios políticos los que se pongan el sueldo.

Similar tabla podríamos hacer con las liberaciones que un ayuntamiento o institución puede tener (y que puede ser la base de la cifra de casi medio millón de políticos). Un alcalde puede cobrar poco y, después, contratar a 7 personas, por cierto a dedo si son cargos o trabajos de confianza. Lógicamente, nuestra tabla marcaría cuántas personas se supone necesita un pueblo para ser gobernado. Además, añado, tendríamos que intentar limitar al máximo las contrataciones “de confianza” y sustituirlos por funcionarios que, a la postre, consiguen su puesto por mérito y capacidad. 

Para terminar me gustaría expresar mi temor ante estas afirmaciones que, debo reconocer que incluso a mí, nos causan tanta indignación. En democracia todos los debates son importantes e interesantes. Bajo esta premisa, un debate serio y sosegado sobre número de políticos, sueldos o situación de la política actual me parece, a todas luces, interesante e, incluso, necesario. Pero lo que estamos viviendo es un descrédito, seguro que en muchos casos merecido, de la política por culpa de unos políticos que han creado una casta que impide salir de ella y entrar a otros si no es con su permiso.  Unos políticos que legislan a favor de los que los sostienen y que se benefician, económicamente hablando, en cantidades tales que podríamos llenar 1000 congresos como el actual. Eso es lo que hay que evitar y no condenar una actividad, la política, que es buena por naturaleza y que debe ser realizada por personas con clara vocación de dedicación pública. La política es necesaria y, además, lo es porque la ausencia de ella nos lleva a las dictaduras, al mandato de uno que dice que todos los demás son un cáncer para la sociedad, al dictatorial orden que surge de la ausencia de la misma. No es la primera vez que algunos han desprestigiado a la política, a través de desprestigiar a sus políticos, para ejercerla ellos como un poder heredado e inamovible y que, por cierto, al final salen más caros social y económicamente. 

Para cerrar también creo que los ciudadanos tenemos que reflexionar. Nos suele gustar este tema tan popular pero, a la hora de la verdad, nosotros somos también culpables de que un alcalde se sienta el jefe del pueblo o sea, a la vez, alcalde, diputado provincial, consejero en la mancomunidad, senador y lo que surja. Porque tenemos la manía de ver la paja en el ojo ajeno, pero si el que disfruta de esta posición es José Luis, mi alcalde, “hombre es que es muy válido.” Es la ciudadanía la que tiene que castigar las malas actitudes de los políticos en las urnas y no ponerlos verdes durante cuatro años para votar, una y otra vez de manera sistemática, siempre a los mismos. Esa seguridad que sienten algunos de poder hacer lo que quieran no ayuda a tener unos políticos que trabajen más por nosotros y menos por ellos.

En definitiva, debate sobre la organización política de un país: por supuesto. Crítica vacía o basada en falsedades sin aportar nada para mejorarlo y que, por desgracia, solo beneficia a personajes con actitudes y aptitudes poco democráticas: no, gracias.

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