martes, 19 de febrero de 2013

El bombero desconocido.




En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas (1) y, a la vez, verdaderos héroes. La negativa del bombero desconocido en A Coruña a cortar una cadena que impedía el paso a la vivienda de Aurelia, octogenaria que, según Ley, debía ser desahuciada ayer, ha hecho que, al menos a algunos, se nos encienda una ilusión difícil de calificar y un renovado respeto por el género humano. En honor a la verdad hay que decir que toda la dotación de bomberos se opuso a realizar la acción y, por lo tanto y aunque sea menos literario, la ovación debe ser por igual para todos. También hay que destacar que un componente del mismo cuerpo que llegó en una segunda dotación de bomberos sí cortó dicha cadena. 

A la indignación habitual por los desahucios de familias de sus viviendas de residencia se unía, en este caso concreto, unos datos demoledores que indican de qué parte está  la ley. Esta anciana, Aurelia, solo había dejado de pagar un mes de alquiler que, por cierto, ya había abonado, según indican los medios de comunicación. Por lo tanto, estaba siendo desahuciada por un mero “retraso” en el pago de un mes de cuota. 

Las imágenes, existen vídeos circulando por la red, demuestran el cambio de estado anímico de la sociedad civil: de la indignación a la ilusión más desbordante. Toda la gente que se congregó para manifestarse y pedir el paro de ese desahucio lo hacía sin nada que ganar, por convencimiento pleno de que lo que allí se iba a cometer era un acto injusto, aunque esté respaldado por una ley. Personas de toda clase y, me atrevería a decir, de distinto signo político empiezan a darse cuenta, con meridiana claridad, de la barbaridad que supone expulsar de su hogar a una octogenaria por retrasarse en el pago de un mes de alquiler (barbaridad extrapolable a otras circunstancias de similar crudeza). La cara de enfado tornándose en el júbilo más absoluto de los presentes  es algo que se le debe a dicha dotación de bomberos y, tal y como están las cosas hoy, supone una de las alegrías más grande que las noticias pueden darnos. 



1.- Martínez Sabina, J. “Siete crisantemos”. Esta boca es mía. 1994
 

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