sábado, 17 de junio de 2017

La educación que necesitamos





Habría que empezar por precisar en título de este artículo que, de manera originaria, era “la educación que queremos.” Obviamente ese escenario educativo está, si cabe, mucho más lejos que el de la “educación que necesitamos” que, de por sí y debido a los diferentes gobiernos y medidas que no ayudan, o que directamente van en contra, no es sencillo pero sí realizable.

Necesitamos una educación pública que cumpla su verdadera función: ser un derecho de y para la ciudadanía. Para ello, es imprescindible abandonar el camino de la concertación de centros, máxime en aquéllos lugares donde existen escuelas públicas, para avanzar en la ampliación de la red de centros educativos de titularidad y gestión pública. Una educación que, lógicamente y para poder ser ese derecho que comentamos, debe ser absolutamente gratuita. Para ello es necesario una financiación acorde que, en primer lugar, no debe ser nunca contabilizada como un gasto sino como una inversión –además muy importante- en el futuro de nuestra sociedad. Es imprescindible igualarnos a Europa en este sentido y de manera inmediata creciendo hasta el 5% del PIB y poder, a partir de ese momento, avanzar hacia el 7% deseable.

Necesitamos, de manera urgente, una educación moderna que nos sirva para aprender, para evolucionar y, también, para que todo el alumnado pueda alcanzar el éxito escolar y social. Para ello hace falta introducir cambios metodológicos y organizativos, sobre todo, con respecto a la diversidad del alumnado, aumentando recursos en zonas y centros con mayores desventajas sociales. Cambios en las formaciones profesionales con remuneración de prácticas y aumento hasta los 18 años de la educación obligatoria. Para ello, obviamente, será necesario el aumento de plantillas de profesorado –y no despedirlos en verano- La reducción de las horas lectivas del cuerpo de profesoras y maestros mejorará la preparación y la formación de los mismos y, por supuesto, la reducción inmediata, imprescindible y general –no como medidas cosméticas ni anuncios vacíos- de una ratio de estudiantes que no debe superar los 20 por grupo en Primaria y Secundaria –y mejorar las relaciones entre ambos niveles.- Por su puesto, para formar con equidad deberemos introducir un currículo intercultural, ecológico, igualitario, laico e inclusivo, que debe evaluar los aprendizajes, es obvio, pero también la práctica docente y el funcionamiento de los centros. Incluso el propio sistema educativo.

Necesitamos una educación con un cuerpo único de profesorado, formado permanentemente –teórica y prácticamente- La estabilidad de las plantillas – no podemos seguir utilizando empleo precarios cuando se necesitan, sistemáticamente, miles de personas cada inicio de curso.- Las plazas interinas, por tanto, deben reducirse al mínimo posible y tenemos que reconocer la experiencia de este personal en las bolsas de trabajo, mientras gestionamos accesos diferenciados. Sería importante contar con un estatuto docente que emanara del acuerdo con la representación sindical.

Necesitamos una educación que no estandarice, que no haga “tabla rasa” y que sea permeable a las necesidades educativas de cada alumnado, centro o zona donde está implantada. Siempre, por supuesto, huyendo de la segregación, debemos ampliar la autonomía pedagógica para alcanzar esos objetivos, abriendo la participación democrática –y equilibrada- entre todos los actores de la comunidad educativa. Además, cada barrio, pueblo o zona es diferente y una buena inclusión de la escuela en la ciudad nos ayudará a que el entorno sirva como un auténtico recurso educativo.

Necesitamos una educación que cuide su universidad y la investigación. Esta necesidad es, incluso, como país. Imprescindible abandonar la senda de mercantilización en la que circula la Universidad Española  y que, desde la aprobación de la “Estrategia Universidad 2015” es todavía más patente. La universidad debe ser pública y al servicio de toda la sociedad, gratuita para facilitar el acceso a todos los sectores de la población –con un sistema generalizado de becas-salario en tanto en cuanto se alcanza la gratuidad.- La democracia tiene que gobernar las universidades y la participación se hace imprescindible. Obviamente, con la participación también aparece la corresponsabilidad de todos los miembros de la comunidad. Una universidad que sirva para introducir nuevos modelos de investigación que promuevan el desarrollo sostenible compatible con el decrecimiento en el consumo de recursos naturales y, por supuesto, donde se asegure el carácter público de los resultados de las investigaciones.

Podríamos ser más precisos en muchos puntos, ampliar a otras cuestiones que seguro deben cambiarse (¿de verdad sirva para algo una prueba como la EVAU?) pero creo que, con estas líneas, queda claro hacia donde debería caminar nuestra educación y los resultados de la comparación con el sistema actual y hacia donde se está encaminando son claramente negativos. La educación será la base de una sociedad más justa, más equitativa y más capaz de hacernos alcanzar los objetivos, lógicos y comunes, que nos marcamos como pueblo.


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