lunes, 16 de abril de 2012

A mis compañeros interinos en educación. Interinos.


Pasaste horas y horas estudiando unas oposiciones que aprobaste aunque sabías, a ciencia cierta, que podría no servir de nada. Esperabas todos los días una llamada, mirando el móvil enfermizamente, comprobando que funcionaba: “llámame mamá que yo creo que no tiene cobertura.” Siempre funcionaba. La de veces que has tenido que dejarlo a un lado cuando has terminado de hacer tus necesidades fisiológicas. Pero un día te avisaron. Tú familia reía, saltaba, te abrazaba. Tú querías llorar pero te hacías el fuerte. Pensabas que el trabajo de 8, 10 o x años, desde que saliste del Instituto, tenía ahora su recompensa. Has viajado por toda Castilla La Mancha, de centro en centro, con el coche que te compraste hace 4 años y que hoy, en el paro y aún por pagar varias letras, tiene ya más de 200.000 kilómetros aunque sigas diciéndole al posible comprador que está como nuevo: “fíjate, he viajado yo siempre solo, los asientos de atrás y del acompañante como nuevos, siempre en garaje”. Jornadas completas, medias jornadas e incluso tercios de jornada a más de 100Kms de casa. Siempre en la carretera y siempre sonriendo, deseando que la vida avanzara en el camino que te conducía a tu plaza definitiva. 

Has creado temas, fichas, ejercicios, trabajos y un larguísimo etcétera de miles de cursos. Has dado bachiller, eso, pcpi y asignaturas que no eran de tu especialidad (incluso pagando clases particulares para que, al día siguiente, el latín solo fuera algo extraño para ti y no letras totalmente ilegibles).

Te has seguido presentando a oposiciones donde no había plazas ni opciones matemáticas de sacar alguna. Has reído con tantos falsos compañeros, desayunado entre charlas no siempre interesantes, aguantado los peores cursos y horarios porque una vez que llegabas en Septiembre el departamento tenía todo “atado y bien atado.” 

Compañero/a interino. Estabas buscando piso en septiembre de 2011 preocupado, como todos, por un futuro que ni siquiera podías imaginar. Te largaron a la calle en 15 días, te insultaron, te culparon, te escupieron y crucificado. Tus compañeros te apoyaban o te observaban como un muerto en vida. Se cargaron tu futuro sin previo aviso. Te invitaron a abandonar el sueño por el que llevabas luchando, como mínimo, 10 años. Acabaron con tu futuro y te dejaron en el paro (pequeño paro debido al abuso de medias jornadas), con la letra de la casa, la del coche de más de 200.000 kilómetros, pareja, hijos… ¿futuro?

Tuviste que escuchar como gente que no tenían ninguna intención de mover un dedo por ti –demasiado acostumbrada a moverse solo por ellos mismos- te preguntaba una y otra vez ¿cómo estás en las listas? Años después pendientes de nuevo del móvil pero, en este caso, nunca sonaría. 

Y al final de la historia los optimistas patológicos pensaban “bueno, esto es un bache, volvemos tres o cuatro años atrás pero empezamos otra vez”. Ahora te dicen los bien pensantes de Madrid que las comunidades deben recortar el doble que el año pasado. ¿Sabes en qué? Sí, en ti. Subirán horas, subirán ratios y la especie interino quedará vista para sentencia y no porque habrá oposiciones con las plazas que se necesitan, sino porque el proceso de asesinato de la educación pública ha comenzado y avanza a pasos agigantados.

Con el corazón encogido y todo el cariño que pueda expresar. A mis compañeros y compañeras  interinos que comparten mis sueños, mis tristezas y mi falta de futuro. A los profesores funcionarios de carrera que han estado al lado de la educación pública.

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