domingo, 1 de abril de 2012

¡Qué desperdicio de papel!


Las medidas económicas que el Partido Popular, con su presidente Mariano Rajoy a la cabeza, está llevando a cabo con la excusa de la crisis económica, y la promesa de una suerte de paraíso consumista de la clase media (será algo así como un Carrefour con muchos aparatitos y locales de comida rápida), son tremendamente graves y agresivas para la clase trabajadora de este país. A esa afirmación no le quitaría una coma pero, en esta ocasión, la idea es reflexionar sobre algo más general y, si cabe, aún más grave. 

Los ciudadanos pueden estar a favor o en contra de ciertas medidas. Podríamos debatir si la gente que se posiciona en un extremo u otro saben por qué lo hacen pero, al fin y a la postre, lo hacen. Pero lo que entraña una gravedad tremenda es que los ciudadanos hayamos aceptado que nuestros políticos se presenten con folios y folios de papel mojado (solemos denominarlo programa electoral). Este “timo” pre-electoral, que se consuma en las acciones post-electorales, se repite en las distintas convocatorias a todos los niveles y, por desgracia, se extiende en la noche de los tiempos democráticos. Ya lo decía Javier Krahe con su magnífico uso del lenguaje en ¡Ay democracia! -ya me aburre decir continuamente "eso no estaba en el programa"-

Y sigamos el último ejemplo del truco que podríamos definir como el NADA POR AQUÍ.  Ninguna de las medidas que el Partido Popular está llevando a cabo aparecen recogidas, de manera clara, en su programa electoral. Esto supone, en la práctica y con el lenguaje más claro que puedo escribir sin ser faltón o soez, que están haciendo lo que les da la gana con los votos de la gente. Como digo, esto no es nuevo y el último gobierno del PSOE tiró su programa al poco de ganar las elecciones para comprar, como un artículo de segunda mano, otro que vendían por Berlín. Esto quiere decir, volviendo a la cuestión actual, que los políticos que están llevando a cabo estas acciones no están legitimados para ello. Da igual los millones de votos que tuvieran hace tres meses; da igual el número de señores y señoras diputadas; da igual el porcentaje de votos alcanzado; da igual el número de gente “bienvestida” que saludara desde el balcón la noche electoral. Lo cierto es que si no dijiste que ibas a llevar a cabo una medida, no tienes ninguna legitimidad política para hacerlo. 

Eso puede estar más o menos claro pero, por desgracia, los casos a los que nos estamos refiriendo son todavía peores. El truco más malvado para con la democracia es el que me permito denominar OTAN SÍ, OTAN NO. Significa decir que vas a llevar a cabo ciertas acciones y no sólo no realizarlas o realizar otras no especificadas o concretadas, sino realizar todo lo contrario. Esto se puede realizar estampando en el programa ciertos compromisos o adquiriéndolos públicamente a través, por ejemplo, de medios de comunicación. Podríamos destacar miles de casos de esta calaña, como por ejemplo el No al ATC de Cospedal que fue un sí; la no subida de impuestos que desembocó en, que curioso, una subida de impuestos; el no abaratamiento del despido que se consagraría en la Reforma Laboral y un largo etcétera.

Contra estas actitudes existen diversas fórmulas explicitadas en interesantes obras sobre la democracia representativa, directa o fórmulas mixtas de control de nuestros políticos.  A mí se me ocurren, entre que conseguimos alcanzar nuevos escenarios en nuestro sistema –o fuera de él- soluciones sencillas: no votes a quien te mienta. 

1 comentario:

  1. Por supuesto, y aunque no se destaca en el texto, existen honrosas excepciones a este tipo de actuación. En ese caso se podría cambiar el final por un: vótales.

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