miércoles, 2 de diciembre de 2015

Si hay acuerdo como si no.



Que nadie se lleve a engaños por el título ni piense que la cumbre del clima, que se está celebrando en Paris, me parece una cuestión baladí o poco trascendental. La problemática que en estos días se está tratando en Francia es, sin lugar dudas, una de las más importantes y complejas para todo el planeta y que, por tanto, nos afecta a todas y todos de forma absolutamente global. Pero, y lamento que exista este pero, yo no soy fan del espectáculo que se está produciendo y que, a la larga y mucho me temo, nos traerá pocos resultados reales. Y digo pocos voluntariamente, muy pocos podría precisar, y no hablo de insuficientes porque ese calificativo sería aplicable incluso  cumpliendo los máximos objetivos que se están poniendo sobre la mesa.

En primer lugar tengo que hacer una pequeña llamada de atención a algunos de los personajes que “se supone”, se están batiendo el cobre por “salvar al planeta.” Todavía resuenan en nuestra cabeza las minusvaloraciones del problema hace muy poco tiempo o las salidas de tono sobre esta cuestión. Aquí están las hemerotecas que guardan celosamente desde “el fraude” de Putin al primo de Rajoy que le tranquilizaba en esta materia. El presidente español, por cierto, alardeaba ayer en televisión del gasto que realiza para parar el cambio climático y del que piensa realizar si sale reelegido, habrá cambiado su primo de opinión. Pero resulta, no se lo pierdan, que España no ha reducido nada en este último periodo hasta la actual cumbre sus emisiones de CO2 sino que, por el contrario, las ha aumentado (desde los años 90 hasta 2012 en España han crecido estas emisiones más del 22% mientras que, en el mismo periodo, en Europa han caído un 18%) De estas cuestiones, mi primera desconfianza.

El acuerdo como un objetivo que salvará el mundo. Al puro estilo americano, desde la recepción de países a las mesas conjuntas, como si sirvieran de algo fuera de las bilaterales entre cinco o seis, quizás diez, países, pasando por el tono épico y dramático. Se televisa una película de héroes y villanos: la contaminación atmosférica podría acabar con nosotros y el héroe (que junto a China fueron quiénes no se comprometieron en Kioto a reducir las emisiones de este gas) pondrá todo esfuerzo en esta nueva aventura. Ciertamente parece, o directamente, es poco serio tratar así una cuestión tan importante. Además, esto hace que lo importante ya no sea, con este espectáculo televisivo montado alrededor de la cuestión, reducir o no las emisiones y en qué porcentaje hay que hacerlo, con qué políticas y compromisos concretos, sino que a estas alturas ya está creada una expectación por El Acuerdo que pasa a ser el actor principal. Ni el clima, ni el co2, ni la salud del planeta sino El Acuerdo.

Y en España este tema pues toma más aire del normal porque se acerca la campaña electoral y, además, no encuentra oponentes por ese mismo motivo. No interesa a los defensores del negacionismo, que no han mutado su opinión sino que la ocultan porque no es apropiado para sus campañas una discusión tan cerca del 20D, sacar a pasear ahora a los primos y los científicos subvencionados por petroleras. Y es que esa posición se nota cuando uno repasa los diales de la radiodifusión española y encuentra que donde hasta antes de ayer bromeaban sobre el tema y quiénes defendían estas posiciones de actuaciones potentes, hoy llevan a analistas expertos que reconocen lo que, a estas alturas, ve todo el mundo.

Y es que haya o no acuerdo este será insuficiente, y de ahí el título de esta breve reflexión. Supongamos, y es mucho suponer, que se alcanzan los acuerdos más ambiciosos y, esta es otra que obliga a un tremendo esfuerzo de confianza, va los países y los cumplen: en ese caso, según analizan quienes trabajan de cerca estas cuestiones –como uno de los redactores de los presuntos acuerdos- las medidas no serían lo bastante ambiciosas y la temperatura del planeta, haciendo todo perfectamente según lo previsto, aumentaría en más de 2 grados (recordar que la media de temperaturas dice que ya lo ha hecho en 1.02 grados).

Y ¿por qué estoy tan seguro que no será suficiente? Porque no salimos del crecimiento exponencial sin límites. De pensar que es preciso construir más, producir más, consumir más sin un objetivo final claro o preciso. En mi opinión no se debe coartar la evolución de la tecnología y los avances científico – técnicos, pero sí ha llegado el momento de cambiar el modelo de vida que hoy tenemos y esto requiere de un tremendo esfuerzo de todos, por supuesto, y de nuestros gobernantes también. No se habla de la producción agrícola local, ecológica y de calidad que crearía puestos de trabajo, traería salud y evitaría tremendos desplazamientos de “un kiwi” por todo el planeta, viajando miles de kilómetros dentro de una cesta de plástico, envuelta en otro plástico, con una asita de plástico y en cajas de cartón (con plástico alrededor). No se habla, en relación con la producción agrícola de la calidad sino del precio, variable que no incluye el medio ambiente.

Tengo poca ilusión en lo que pueda suceder porque veo como en nuestro propio país, con unas condiciones tremendas para producir energía con renovables, hemos parado en seco y puesto traba, y las que quedan, a cuestiones como el autoconsumo o la producción de electricidad a través de energía solar. Mientras, parece que queremos reabrir centrales nucleares (aunque no sepamos qué hacer con sus residuos). No veo que se opte por una planificación urbana que recupere el suelo consolidado y no “conquiste” más terreno para que nuestras ciudades sean más amplias (y precisen por tanto de más vehículos para poder ir de un punto a otro) o incluir criterios medioambientales para contratar energía en las instituciones.


En definitiva, demasiado por hacer y poco movimiento fuera del momento en que “apuntan las cámaras.” Dicho todo esto, que no niego que encierra cierto pesimismo, no quiero dejar de pensar que un acuerdo es mejor que la ausencia del mismo. Que la voluntad por mejorar en este campo es infinitamente mejor que el negacionismo y que, a la larga, es mejor avanzar en una buena dirección, aunque esta no sea suficiente, que en la mala. Esperemos, por tanto, que la cumbre del clima ofrezca los máximos acuerdos posibles y que la ciudadanía, de aquí en adelante, introduzca el criterio medioambiental a la hora de actuar en su día a día, por supuesto, pero también de elegir a sus gobernantes y de exigirles en la obligatoria rendición de cuentas.

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