martes, 27 de marzo de 2012

A vueltas con la herencia: el cuento de nunca acabar.



Ahora que ya han pasado las elecciones en Andalucía y Asturias, vemos como el panorama político vuelve a su ser anterior: recortar (ya sea por el camino de reducir gasto o subir impuestos a las clases medias, aumentar la factura de la luz a todo hijo de vecino, etc…) y hablar de la herencia. De esta manera hemos vuelto a ver, o escuchar o leer, como los tertulianos han vuelto a comentar las cosas tan graves que tenemos que hacer por lo mal que han dejado “esto” los de antes.

Llegados a este punto nos toca preguntarnos: ¿dónde termina la herencia?

El Sr. Rajoy Brey tiene toda la razón del mundo cuando habla de la herencia que, el no menos señor, Rodríguez Zapatero le ha dejado. Un déficit de más del 8%, dice el primero, donde tenía que ser un 6%, más el paro, más el déficit tarifario, más… pobre Rajoy. Pero claro, Zapatero no estuvo mucho más contento porque su herencia estaba envenenada: por fuera un papel de regalo que recubría, como la manzana el pecado, una bomba de relojería. Unos datos macroeconómicos interesantes que escondían dos cosas: un crecimiento insostenible basado en una economía volátil, falsa y especulativa y, por otro lado, uno de los momentos donde más diferencia existía entre los ricos y los pobres de nuestro país. Su queja también es lógica: me entregaron una bomba que me explotó en las manos –comentó-. 

Pero claro, el hombre que ponía los pies sobre las mesas tampoco podía estar contento. Y razones no le faltaban tampoco. Déficit, caída del PIB, aumento del paro. El anterior presidente, señor González, había tomado las decisiones que creía convenientes –más bien las que creían otros convenientes- y, entre otras medidas, comenzó el proceso privatizador que, dicho sea de paso, no fue criticado al recibirlo de herencia por el señor Aznar. También devaluó la peseta pero, al final de todo, no encontraba solución. Y es que claro, el vilipendiado presidente podría quejarse de que la gente no se acordaba de cómo estaba el país cuando él tomo las riendas del poder. 

Al presidente González le dejaron una OTAN que era no y luego tuvo que ser sí (porque era lo mejor). Incluso para algunos, aunque nunca se quejó de esto el presidente, le dejaron también una ley del divorcio –no solo de economía vive el hombre…y la mujer- Como vemos Calvo Sotelo, además de problemas soterrados de paro y unos españoles que no sabían que aceite usar, le dejaba un mihura ideológico que lidiar. Pero claro ¿quién en su sano juicio podría condenar a Calvo Sotelo? Su herencia tampoco fue buena: un partido en descomposición (UCD), ruidos de sables que partían de todos los cuarteles y un cielo, el de Madrid ,cada vez más contaminado (a pesar de la crisis del petróleo). Pero claro, Suárez podría argumentar que dejaba el asunto mejor de lo que lo cogió porque ¡¡ojito lo que cogió!!

Suárez recibió el poder de Fernando de Santiago (tres días de presidencia), aunque en el artículo viene en un “pack” de cuatro con Carlos, Torcuato y Luis. La herencia que le dejaron a Suárez no era mala del todo: apenas cuarenta años de dictadura en bandeja de plata. Pero a eso, si parece poco, tenemos que añadirle un petróleo que no deja de subir y, además de los ademases, incremento del stock de viviendas, paro y poca movilidad, no  se adaptan los salarios a la producción (nada cambia ¿verdad?).  Pero claro ellos eran unos mandados, el jefe se fue y ahí quedó eso. 

En el caso del general se pueden imaginar cómo, según él, se apoderó de la herencia de un grupo que nunca recibió tal cosa (Valera, Sánchez Albornoz, Herrera, Gordón, de Albornoz, Llopis, Giral, Miaja…). Vaya lío de país. Reinaba la anarquía, las huelgas revolucionarias… “la Constitución…en eclipse total: ni igualdad…ni libertad…ni fraternidad…ni unidad…” (Proclama del Alzamiento. 18 Julio de 1.936) Bueno, que no le gustó la herencia. 

Me permito la licencia de empezar a agrupar los presidentes para abreviar. 

Los presidentes “republicanos” (entendiendo que fueron primeros ministros durante la II República), también se dejaban herencias. Pero, en general, no les gustó tampoco la que recibieron. La firmaba un tal Miguel Primo de Rivera y la entregaron Aznar-Cabañas y Berenguer. No venían en el botín partidos políticos ni muchos ahorros (crack del ´29). Un parlamento que parecía un simulacro de incendios y muchos, muchos militares.

Pero ¿quién era el culpable de esta herencia? Cambiamos de estamento.

Alfonso XIII, Rey que en herencia dejó una república (habrá a quién le guste, pero esto está muy mal visto en las casas reales) porque ya no tenía posesiones ultramarinas que repartir, también tuvo que coger un barco con zozobra, aunque primero lo estabilizó su madre. 

Pero es que los demás no recibían nada mejor. España tiene el gran honor de ser el primer país en declararse en quiebra. Lo hizo con Felipe II y su padre, el gran Carlos I, se inventó eso de la deuda (obligaciones de hoy en día llamados asientos). Pero sigamos el orden inverso que traíamos hasta llegar a ese gran momento de nuestra historia. La deuda española quebró en 1866 (Isabel II),  con Fernando VII el déficit era, prácticamente, inasumible. En 1799 (Carlos IV) dejó de pagar los intereses (solución a la finlandesa, más o menos). Y antes de esto tenemos suspensión de asientos (bancarrotas o quiebras) en 1666 con Carlos II; en 1662, 1652 y 1647 con Felipe IV; Felipe III solo tiene una en 1607; Felipe II inauguró el asunto en cuestión por el año 1557 y, visto que funcionaba, repitió en 1575 y 1597. 

Por lo tanto y llegados a este punto de inestabilidad anímica e intelectual, lo único que queda bastante claro es que la herencia, para el que entra, nunca es buena. Si esta visión del heredero es coincidente o no con la realidad, si está más o menos fundada en argumentos sólidos y datos concretos, carece de toda importancia. Lo verdaderamente importante es saber gestionar esta herencia para, si es posible, devolver la cuestión (que no es otra que España) mejor que se recibió.

En esta especie de cuento o historieta cuasi dramatizada, los problemas que "unos se pasan a los otros" no son analizados en sus contextos, simplemente puestos en relieve. Entiéndase en cierta clave humorística debido al no menos carácter jocoso de tan manida queja: la herencia.
Imágen extraída de http://www.wikipedia.org

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