Seguramente recordarán el anuncio que remataba espetando ¿a
qué huelen las cosas que no huelen? Justo antes, aludía al olor de las nubes.
Sin entrar en cuestiones físicas o químicas que se me escapan absolutamente,
queda claro que no se puede saber a qué huele algo que, como digo a priori, no
huele.
Pues algo parecido sucede con la cacareada bajada del paro
de este mes de Diciembre (y también anual). Resulta que opinar sobre qué le
parece a uno esta bajada (vaya por delante mi alegría por aquéllos que han
encontrado un empleo aunque, por desgracia y a tenor de las estadísticas, no
sea más que temporal) se convierte en misión imposible a poco que uno lee más allá
de los titulares.
Resulta que en este año que acaba de marcharse (2013) la afiliación
a la Seguridad Social se ha reducido en más de 85.000 personas. Esto significa
que hay menos gente apuntada en el antiguo INEM, pero parece ser que no por
encontrar empleo. Las y los españoles se están “desapuntando del paro”, sí,
pero lo hacen porque emigran a otros países donde parecen encontrar el futuro
que en España se niega sobre todo a jóvenes. En otros casos son personas
migrantes que, en su momento, vinieron a nuestro país a buscar un empleo y hoy,
visto lo visto, deciden regresar a sus respectivas naciones o probar suerte en
otros países del entorno menos golpeados por la crisis económica que
arrastramos desde el 2008. A estos casos hay que añadir otro que es la
decepción y el no esperar nada de estar inscrito en las oficinas de empleo.
Todos sabemos, por desgracia, que las posibilidades de encontrar un empleo a
través de este servicio público (que obviamente requiere una revisión en sus
servicios y formas de proceder) son casi nulas. Si a esta realidad fácilmente
constatable le sumamos que la formación bonificada para desempleados
prácticamente ha desaparecido, nos encontramos con el tercer grupo de personas
que hacen rebajar el paro cuantitativamente: quienes han desistido de renovar
su cartilla.
Como vemos, es difícil de entender que el paro baje y que
menos personas estén trabajando. A esto tenemos que añadir también, y no quiero
ser muy pesado con las cifras, que la población activa se ha reducido en
350.000, mientras que la antigua EPA (Encuesta de Población Activa) habla de
una reducción de población ocupada de en torno a 500.000 personas.
A todo esto, aunque sería harina de otro costal –pero también es cargado en nuestras espaldas-, tenemos
que añadir la tremenda precariedad del empleo creado durante este mes de
diciembre donde el paro se ha reducido en más de 100.000 personas. Parece fácil
distinguir la parte estacional de esta reducción (cerca de 50.000 nuevos
empleos han sido en Andalucía, posiblemente en relación con la recogida de la
aceituna). Según los datos, para que se vea todavía más claro como los
contratos creados son, básicamente, temporales (y mucho, además, a tiempo
parcial) hay que destacar que los empleos indefinidos se reducen casi en un
11%.
Pues lo dicho: ¿a qué saben las bajadas del desempleo que no
bajan más que en el paro registrado? La verdad es que esta frase, seamos
sinceros, no tiene ni la mitad de gancho que la que da título a este artículo.
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