viernes, 3 de enero de 2014

¿A qué huelen las nubes?



Seguramente recordarán el anuncio que remataba espetando ¿a qué huelen las cosas que no huelen? Justo antes, aludía al olor de las nubes. Sin entrar en cuestiones físicas o químicas que se me escapan absolutamente, queda claro que no se puede saber a qué huele algo que, como digo a priori, no huele. 

Pues algo parecido sucede con la cacareada bajada del paro de este mes de Diciembre (y también anual). Resulta que opinar sobre qué le parece a uno esta bajada (vaya por delante mi alegría por aquéllos que han encontrado un empleo aunque, por desgracia y a tenor de las estadísticas, no sea más que temporal) se convierte en misión imposible a poco que uno lee más allá de los titulares. 

Resulta que en este año que acaba de marcharse (2013) la afiliación a la Seguridad Social se ha reducido en más de 85.000 personas. Esto significa que hay menos gente apuntada en el antiguo INEM, pero parece ser que no por encontrar empleo. Las y los españoles se están “desapuntando del paro”, sí, pero lo hacen porque emigran a otros países donde parecen encontrar el futuro que en España se niega sobre todo a jóvenes. En otros casos son personas migrantes que, en su momento, vinieron a nuestro país a buscar un empleo y hoy, visto lo visto, deciden regresar a sus respectivas naciones o probar suerte en otros países del entorno menos golpeados por la crisis económica que arrastramos desde el 2008. A estos casos hay que añadir otro que es la decepción y el no esperar nada de estar inscrito en las oficinas de empleo. Todos sabemos, por desgracia, que las posibilidades de encontrar un empleo a través de este servicio público (que obviamente requiere una revisión en sus servicios y formas de proceder) son casi nulas. Si a esta realidad fácilmente constatable le sumamos que la formación bonificada para desempleados prácticamente ha desaparecido, nos encontramos con el tercer grupo de personas que hacen rebajar el paro cuantitativamente: quienes han desistido de renovar su cartilla. 

Como vemos, es difícil de entender que el paro baje y que menos personas estén trabajando. A esto tenemos que añadir también, y no quiero ser muy pesado con las cifras, que la población activa se ha reducido en 350.000, mientras que la antigua EPA (Encuesta de Población Activa) habla de una reducción de población ocupada de en torno a 500.000 personas. 

A todo esto, aunque sería harina de otro costal –pero  también es cargado en nuestras espaldas-, tenemos que añadir la tremenda precariedad del empleo creado durante este mes de diciembre donde el paro se ha reducido en más de 100.000 personas. Parece fácil distinguir la parte estacional de esta reducción (cerca de 50.000 nuevos empleos han sido en Andalucía, posiblemente en relación con la recogida de la aceituna). Según los datos, para que se vea todavía más claro como los contratos creados son, básicamente, temporales (y mucho, además, a tiempo parcial) hay que destacar que los empleos indefinidos se reducen casi en un 11%. 

Pues lo dicho: ¿a qué saben las bajadas del desempleo que no bajan más que en el paro registrado? La verdad es que esta frase, seamos sinceros, no tiene ni la mitad de gancho que la que da título a este artículo.

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