Debe empezar el artículo
desmintiendo el título, siempre tan prepotente colocado en la mejor posición
posible y tan pegadizo, y dejando claro que todavía me gusta el fútbol pero que
no es menos cierto que se empeñan en acercarme a un estado de molestia continua
con dicho mundo.
El fútbol era otra cosa cuando yo
era joven. Era la tele y la radio sí, verlo con mi padre, emocionarme viendo
como España nunca ganaba, aunque no solía ser por nuestra culpa según decían, y
a Butragueño ratoneando en un metro del área. Pero el fútbol también era un
campo de tierra y muchas heridas, de manera más oficial, y cualquier sitio,
lugar y hora. Los pasos para hacer equipos, las faltas y los gritos, el
compañerismo… sé que eso no puede volver y es difícil exportarlo al fútbol
profesional.
El fútbol era, siendo algo más
mayor, un tema de debate (siempre huyendo, en mi caso, de forofismos
estúpidos), un buen entretenimiento y diría que casi una agenda, en algunas
ocasiones. Ponerte la radio el domingo a las cinco con tu quiniela en la mano
(con todo lo que pensábamos que sabíamos había más semanas de 5 que de 11 –en
ese momento marcaba el premio mínimo-) y después la tele, una cañita con los
amigos mientras el Madrid o el Barça jugaban (y a veces perdían y empataban).
El fútbol tenía su espacio dentro del ocio de la gente. Quizás un espacio
demasiado importante ya por aquel entonces.
Hoy el fútbol es totalizador y
hegemonizante, y por ahí no puedo pasar. Muchos, en muchos deportes, hemos
hecho la vista gorda al tema de salarios indignos que, ciertamente, no solo
afectan al mundo del deporte y del fútbol en mayor medida. Era algo que, sin
duda, estaba mal pero que uno siempre ha puesto en la “cola de cosas a
arreglar” que, desgraciadamente, no parece reducirse.
El fútbol, como digo, se ha
convertido en una industria totalmente falsa que maltrata el producto y, sobre
todo, al espectador y aficionado, en un sentido, y a la ciudadanía en otro. El
aire de grandeza del fútbol que piensa que puede competir con todo, en todo
momento del día y conseguir, por tanto, hacer dinero, me repugna. Fútbol todos
los días, a todas las horas, en todos los momentos. Directos, especiales,
noticias que dan más tiempo bruto al deporte (y dentro del deporte al fútbol en
un 99%) que a ninguna otra noticia, hace que una sociedad pueda padecer “futbolitis”
que podemos traducir como el “pan y circo” moderno (incluso el pan puede
escasear). No tiene sentido.
Pero, por otro lado, el fútbol
maltrata al aficionado y al propio fútbol. Pregunten en el fútbol base, las
categorías inferiores o el fútbol femenino qué opinión les merece la
preponderancia del alto nivel. Los equipos locales y categorías inferiores
sufren el absoluto desinterés de sus aficiones por su producto que, obviamente,
no tiene a Messi ni a Cristiano, no tiene ese glamour y comercio, no tiene nada
de lo que, últimamente, nos venden que es el fútbol. Tiene otras cosas
importantes (cuando los equipos de fútbol base y municipales no quieren jugar a
ser estrellas y sí a practicar un deporte y disfrutar con el) y muy alejadas
del fútbol de primera línea.
Y, por último, maltrata al
aficionado, que tiene su culpa también, no vaya usted a pensar que la obvio,
pero que ve como los horarios son verdaderamente vergonzosos (no hay un
espectáculo para que asista un aficionado local, sino para que no sé quién
compre el producto en Asia o en América), los precios inasumibles y fuera de
toda correspondencia con los salarios y el nivel de vida de nuestro país, y
aparece, además, una creciente forofización de las aficiones que no se
identifican con una ciudad, sino con un club en el sentido eco-deportivo
(terminaremos celebrando más una cuenta de resultados positiva que una victoria
deportiva)
En definitiva, a mí me gustaría
que el fútbol pudiera dar unos pequeños pasos hacia atrás, trasladar las
teorías del decrecimiento al mundo futbolístico. Yo sé que no podrían estar las
grandes estrellas en según qué equipos (o sí, porque han estado siempre y no
había este aire totalizador que comentaba al principio del artículo) pero
quizás conseguiríamos una afición más sana por un deporte bonito sin duda y
atractivo, por supuesto.
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