Si uno no se ruboriza al ver en
la televisión que han asesinado a cuatro mujeres en apenas dos días, en un
minúsculo espacio de este planeta como es España, es que tiene un verdadero
problema. Peor, más allá de lo que cada cual sienta, hombre o mujer, mayor o joven,
ante noticias tan desesperantes como esta, lo que está claro es que esta
sociedad tiene un grave problema y necesitamos, más que nunca, enfrentarnos
cara a cara con él.
Nuestra sociedad, la que
construimos y destruimos los hombres y mujeres
cada día, necesita palpar ese extraño bulto que, desde tiempos inmemoriales,
convive con nosotros y que, no sé si hoy más grande o más pequeño que antes,
cada vez hace más daño al cuerpo que lo porta. Porque ese cuerpo, la sociedad,
ya lo ha localizado y sabe que no debe estar ahí y que cada día que pasa con él
es una carga insufrible y un riesgo para la salud, en general, y para la zona
afectada en particular.
Sin duda, los problemas complejos
tienen complejas soluciones y estas, por desgracia, llevan tiempo hasta
alcanzar su objetivo. Pero debemos dar pasos hacia delante y no hacia atrás.
Esperemos que, tras este macabro día de violencia machista, empecemos a
comprender que no se puede relativizar el machismo ni las actitudes machistas
como sucede en no pocas ocasiones. No lo consintamos. Si sucede en la
televisión cambiemos de canal y si lo hace en nuestro círculo de amigos o
familiares corrijamos la actitud. Sé que puede ser insuficiente en sí misma
esta cuestión, pero me parece increíble que algunos prefieran seguir poniendo
el acento en lo secundario y no en lo principal: que se asesinen a decenas de
mujeres a lo largo de un año y que se maltrate, veje o viole a innumerables.
Y es que la realidad es que la
violencia de género aumenta en nuestro país (como indica la propia encuesta del
Gobierno realizada a tales efectos) o remarca el Consejo General del Poder
Judicial que, además, deja claro que hoy se denuncia menos que hace apenas
cuatro años. Y estas cuestiones, como indicaba arriba, no son suposiciones ni
posibles, ni tampoco un tal vez ni un acto inevitable. No podemos
acostumbrarnos a convivir con tales circunstancias, sino que debemos “echar el
resto” en medios materiales y humanos, hoy reducidos, y jamás relativizar el
problema.
Más fondos, reducidos en los últimos
años, y más educación. ¿Para cuándo la
vuelta de educación para la ciudadanía con estas y otras cuestiones? La escuela
es un lugar básico para luchar contra las actitudes machistas e incluso, con
los medios suficientes, localizarlas y apagarlas en edades donde, por
desgracia, ya empiezan a producirse (y reproducirse). Por cierto, mayor lucha
contra esta lacra que debe ser conjunta, sin rémoras ni reparos partidistas, y
unísona.
Jacobo Medianero Millán
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