Que nadie se lleve
a engaños por el título ni piense que la cumbre del clima, que se está
celebrando en Paris, me parece una cuestión baladí o poco trascendental. La
problemática que en estos días se está tratando en Francia es, sin lugar dudas,
una de las más importantes y complejas para todo el planeta y que, por tanto,
nos afecta a todas y todos de forma absolutamente global. Pero, y lamento que
exista este pero, yo no soy fan del espectáculo que se está produciendo y que,
a la larga y mucho me temo, nos traerá pocos resultados reales. Y digo pocos
voluntariamente, muy pocos podría precisar, y no hablo de insuficientes porque
ese calificativo sería aplicable incluso
cumpliendo los máximos objetivos que se están poniendo sobre la mesa.
En primer lugar
tengo que hacer una pequeña llamada de atención a algunos de los personajes que
“se supone”, se están batiendo el cobre por “salvar al planeta.” Todavía
resuenan en nuestra cabeza las minusvaloraciones del problema hace muy poco tiempo
o las salidas de tono sobre esta cuestión. Aquí están las hemerotecas que
guardan celosamente desde “el fraude” de Putin al primo de Rajoy que le tranquilizaba
en esta materia. El presidente español, por cierto, alardeaba ayer en
televisión del gasto que realiza para parar el cambio climático y del que
piensa realizar si sale reelegido, habrá cambiado su primo de opinión. Pero
resulta, no se lo pierdan, que España no ha reducido nada en este último
periodo hasta la actual cumbre sus emisiones de CO2 sino que, por el contrario,
las ha aumentado (desde los años 90 hasta 2012 en España han crecido estas
emisiones más del 22% mientras que, en el mismo periodo, en Europa han caído un
18%) De estas cuestiones, mi primera desconfianza.
El acuerdo como un
objetivo que salvará el mundo. Al puro estilo americano, desde la recepción de
países a las mesas conjuntas, como si sirvieran de algo fuera de las
bilaterales entre cinco o seis, quizás diez, países, pasando por el tono épico
y dramático. Se televisa una película de héroes y villanos: la contaminación
atmosférica podría acabar con nosotros y el héroe (que junto a China fueron
quiénes no se comprometieron en Kioto a reducir las emisiones de este gas)
pondrá todo esfuerzo en esta nueva aventura. Ciertamente parece, o
directamente, es poco serio tratar así una cuestión tan importante. Además,
esto hace que lo importante ya no sea, con este espectáculo televisivo montado
alrededor de la cuestión, reducir o no las emisiones y en qué porcentaje hay
que hacerlo, con qué políticas y compromisos concretos, sino que a estas
alturas ya está creada una expectación por El Acuerdo que pasa a ser el actor
principal. Ni el clima, ni el co2, ni la salud del planeta sino El Acuerdo.
Y en España este
tema pues toma más aire del normal porque se acerca la campaña electoral y,
además, no encuentra oponentes por ese mismo motivo. No interesa a los
defensores del negacionismo, que no han mutado su opinión sino que la ocultan
porque no es apropiado para sus campañas una discusión tan cerca del 20D, sacar
a pasear ahora a los primos y los científicos subvencionados por petroleras. Y
es que esa posición se nota cuando uno repasa los diales de la radiodifusión
española y encuentra que donde hasta antes de ayer bromeaban sobre el tema y
quiénes defendían estas posiciones de actuaciones potentes, hoy llevan a
analistas expertos que reconocen lo que, a estas alturas, ve todo el mundo.
Y es que haya o no
acuerdo este será insuficiente, y de ahí el título de esta breve reflexión.
Supongamos, y es mucho suponer, que se alcanzan los acuerdos más ambiciosos y,
esta es otra que obliga a un tremendo esfuerzo de confianza, va los países y
los cumplen: en ese caso, según analizan quienes trabajan de cerca estas
cuestiones –como uno de los redactores de los presuntos acuerdos- las medidas
no serían lo bastante ambiciosas y la temperatura del planeta, haciendo todo
perfectamente según lo previsto, aumentaría en más de 2 grados (recordar que la
media de temperaturas dice que ya lo ha hecho en 1.02 grados).
Y ¿por qué estoy
tan seguro que no será suficiente? Porque no salimos del crecimiento
exponencial sin límites. De pensar que es preciso construir más, producir más,
consumir más sin un objetivo final claro o preciso. En mi opinión no se debe
coartar la evolución de la tecnología y los avances científico – técnicos, pero
sí ha llegado el momento de cambiar el modelo de vida que hoy tenemos y esto
requiere de un tremendo esfuerzo de todos, por supuesto, y de nuestros
gobernantes también. No se habla de la producción agrícola local, ecológica y
de calidad que crearía puestos de trabajo, traería salud y evitaría tremendos
desplazamientos de “un kiwi” por todo el planeta, viajando miles de kilómetros
dentro de una cesta de plástico, envuelta en otro plástico, con una asita de
plástico y en cajas de cartón (con plástico alrededor). No se habla, en
relación con la producción agrícola de la calidad sino del precio, variable que
no incluye el medio ambiente.
Tengo poca ilusión
en lo que pueda suceder porque veo como en nuestro propio país, con unas
condiciones tremendas para producir energía con renovables, hemos parado en
seco y puesto traba, y las que quedan, a cuestiones como el autoconsumo o la
producción de electricidad a través de energía solar. Mientras, parece que
queremos reabrir centrales nucleares (aunque no sepamos qué hacer con sus
residuos). No veo que se opte por una planificación urbana que recupere el
suelo consolidado y no “conquiste” más terreno para que nuestras ciudades sean
más amplias (y precisen por tanto de más vehículos para poder ir de un punto a
otro) o incluir criterios medioambientales para contratar energía en las
instituciones.
En definitiva,
demasiado por hacer y poco movimiento fuera del momento en que “apuntan las
cámaras.” Dicho todo esto, que no niego que encierra cierto pesimismo, no
quiero dejar de pensar que un acuerdo es mejor que la ausencia del mismo. Que
la voluntad por mejorar en este campo es infinitamente mejor que el
negacionismo y que, a la larga, es mejor avanzar en una buena dirección, aunque
esta no sea suficiente, que en la mala. Esperemos, por tanto, que la cumbre del
clima ofrezca los máximos acuerdos posibles y que la ciudadanía, de aquí en
adelante, introduzca el criterio medioambiental a la hora de actuar en su día a
día, por supuesto, pero también de elegir a sus gobernantes y de exigirles en
la obligatoria rendición de cuentas.
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