Yo sé que muchos no la perdieron ayer, ni esta
semana, ni hace un mes. La inocencia se fue hace tiempo y dejó paso a otras
cuestiones. El posibilismo, el mal menor, el “qué vamos a hacer.”
Hoy solo puedo acordarme y pensar en los que sí han
perdido la inocencia esta semana. Como una fruta que ha ido madurando desde los
últimos años del gobierno de Zapatero y que un día, sin saber bien ni cómo ni
por qué, cae al suelo ante una suave brisa. No es el día ni el momento ni el
lugar. No se me ocurriría esbozar un “te lo dije”, “lo sabía” o invitarte a
ningún otro sitio. Es el día de respetar el dolor inmenso de quien ve claro y
nítido lo que está delante de sus ojos.
El PSOE, como estructura de poder, no es de izquierdas.
Cabe –cabía- la duda de si socialdemócrata, algo que desde un tiempo a esta
parte ha quedado claro que no. Quizás un término como social-liberal sea más
ajustado. Su historia sí. Una amplia mayoría de su base social, también. Por
eso era imprescindible que Pedro Sánchez no realizara un Congreso
Extraordinario para elegir secretario general con la posición ganada ante las
bases del NO a Rajoy. Lo tenía ganado (aunque algunos me han intentado
convencer de que no). Lo tenía ganado porque las y los votantes del PSOE no
quieren que Rajoy gobierne. No lo quieren. Podrán ser más o menos amigos de
unos u otros partidos o líderes, pero saben, a ciencia cierta, que Rajoy no
puede ser presidente.
Y han tenido que asistir, los afiliados y afiliadas,
las simpatizantes del histórico partido, a una serie de escenas de una película
que, para muchos, era previsible en su final pero que, como cuando el plomo
atraviesa fuera de la cámara el cuerpo de Guido Orefice en La Vida es Bella (interpretado magníficamente por Roberto
Benigni), contenían la respiración esperando que saliera con un nuevo
chiste para su hijo. Lo deseaban, lo gritaban, conteníamos la respiración para
no dejar caer una lágrima ante la idea de que hubiera muerto. A mí se me
escaparon las lágrimas al comprobar que no saldría.
Perdida la inocencia habrá que dejar pasar un tiempo
prudencial, no mucho porque la gente que cree que existe otro mundo posible no
suele quedarse sentada en el sofá. Pero tiene que pasar un plazo suficiente
para asentar las ideas, los sentimientos, las ilusiones y los sueños –los
rotos, los que quedan por romper y, sobre todo estos últimos, los que vamos a
alcanzar.
Porque, al fin y al cabo, no queremos pensar que todo
está perdido. Rajoy nos ha demostrado que los recortes hacia la gente
trabajadora pueden ir a peor y que sus aliados no solo se encuentran entre los
que pueblan su bancada (hoy con muchos menos diputados y diputadas, no lo
olvidemos) sino más allá de su propio partido, en las mismas raíces de otros.
Pero la gente que pensamos en la gente, que buscamos el beneficio de la mayoría
social, seguiremos buscando oportunidades porque, una vez perdida la inocencia,
nos queda la esperanza.
Jacobo Medianero Millán
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