La pregunta que cada vez más ciudadanos de esta
región se hacen es clara y directa: ¿los incendios de residuos altamente
tóxicos producidos con escaso margen de tiempo en las localidades de Seseña (Toledo)
y Chiloeches (Guadalajara) son hechos accidentales? ¿Mantienen, en caso de que
no sean meras coincidencias, algún tipo de relación. Aparentemente son hechos
aislados motivados por la casualidad y simplemente unidos por la tóxicidad de
los residuos, la peligrosidad de los incendios y el carácter mediático que han
tenido. Pero, ¿y si no hay que hablar, en este caso concreto, de casualidad
sino de causalidad?
Vaya por delante, antes de avanzar más y aún por
extinguir el de Chiloeches, que estos hechos han demostrado la eficacia y
profesionalidad de los bomberos y demás personal técnico que ha trabajado en
las tareas de extinción. Desde aquí mi agradecimiento y reconocimiento, a pesar
de las dificultades a las que, como todos sabemos, se enfrentan.
Pero, y retomo el tema donde lo habíamos dejado, más
allá de las apariencias hay cuestiones muy graves que trascienden de los dos
incendios:
1.- Las dos plantas de residuos altamente tóxicos
estaban operativas sin licencias o autorización de la actividad.
2.- Según los propios ayuntamientos esa ilegalidad
fue comunicada y, por tanto, era conocida por la Junta de Comunidades.
3.- En ninguno de los dos casos se intervino para
impedir que las plantas siguieran operando.
4.- Las consecuencias de los dos incendios, aún por sustanciar,
son muy altas en lo económico, graves en el aspecto medioambiental y de riesgo
para la salud de las personas.
5.- Existen fallos evidentes en los procedimientos
administrativos de control y seguimiento del tratamiento de residuos altamente
tóxicos y peligrosos, lo que requiere una reacción urgente del gobierno
regional.
Pero hay otro aspecto que, si cabe, me produce más
preocupación –incluso indignación.- Es una cuestión sutil pero sin duda patente
y es que, a nuestras espaldas, se está convirtiendo nuestra tierra, mi región,
en una especie de basurero donde vienen a parar aquellos residuos que se
producen en el resto del Estado. La acumulación incesante de los mismos en
nuestros pueblos y comarcas son una constante que puede hacer que, en no poco
tiempo, Castilla-La Mancha sea, única y exclusivamente, el basurero del Estado.
Un futuro poco edificante para quienes pensamos, creemos y sentimos, que
nuestra tierra tiene mucho que ofrecer y tiene, sobre todo, un potencial
natural a potenciar y no, por supuesto, a “llenar de escombros y residuos.”
Y todo esto, permítanme también que lo remarque en mi
condición de conquense y manchego, a la espera de que, si no lo evitamos todas
y todos unidos, nos pongan la guinda del pastel en forma de Cementerio Nuclear
(ATC).
Obviamente, las y los castellanomanchegos no queremos
ser el “basurero oficial de España” y tenemos que pedir a las administraciones
públicas, regionales y nacionales, que tomen medidas para acabar con esta
tendencia. Que actúen con criterios a medio y largo plazo y no solo
cortoplacistas que responden a la pregunta “¿dónde llevo esto que me cause
menos problema?”
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