Pasaste horas y horas estudiando
unas oposiciones que aprobaste aunque sabías, a ciencia cierta, que podría no
servir de nada. Esperabas todos los días una llamada, mirando el móvil
enfermizamente, comprobando que funcionaba: “llámame mamá que yo creo que no
tiene cobertura.” Siempre funcionaba. La de veces que has tenido que dejarlo a
un lado cuando has terminado de hacer tus necesidades fisiológicas. Pero un día
te avisaron. Tú familia reía, saltaba, te abrazaba. Tú querías llorar pero te
hacías el fuerte. Pensabas que el trabajo de 8, 10 o x años, desde que saliste
del Instituto, tenía ahora su recompensa. Has viajado por toda Castilla La
Mancha, de centro en centro, con el coche que te compraste hace 4 años y que
hoy, en el paro y aún por pagar varias letras, tiene ya más de 200.000
kilómetros aunque sigas diciéndole al posible comprador que está como nuevo:
“fíjate, he viajado yo siempre solo, los asientos de atrás y del acompañante
como nuevos, siempre en garaje”. Jornadas completas, medias jornadas e incluso
tercios de jornada a más de 100Kms de casa. Siempre en la carretera y siempre
sonriendo, deseando que la vida avanzara en el camino que te conducía a tu
plaza definitiva.
Has creado temas, fichas,
ejercicios, trabajos y un larguísimo etcétera de miles de cursos. Has dado
bachiller, eso, pcpi y asignaturas que no eran de tu especialidad (incluso
pagando clases particulares para que, al día siguiente, el latín solo fuera
algo extraño para ti y no letras totalmente ilegibles).
Te has seguido presentando a
oposiciones donde no había plazas ni opciones matemáticas de sacar alguna. Has
reído con tantos falsos compañeros, desayunado entre charlas no siempre
interesantes, aguantado los peores cursos y horarios porque una vez que
llegabas en Septiembre el departamento tenía todo “atado y bien atado.”
Compañero/a interino.
Estabas buscando piso en septiembre de 2011 preocupado, como todos, por un
futuro que ni siquiera podías imaginar. Te largaron a la calle en 15 días, te
insultaron, te culparon, te escupieron y crucificado. Tus compañeros te
apoyaban o te observaban como un muerto en vida. Se cargaron tu futuro sin
previo aviso. Te invitaron a abandonar el sueño por el que llevabas luchando,
como mínimo, 10 años. Acabaron con tu futuro y te dejaron en el paro (pequeño
paro debido al abuso de medias jornadas), con la letra de la casa, la del coche
de más de 200.000 kilómetros, pareja, hijos… ¿futuro?
Tuviste que escuchar como gente
que no tenían ninguna intención de mover un dedo por ti –demasiado acostumbrada
a moverse solo por ellos mismos- te preguntaba una y otra vez ¿cómo estás en
las listas? Años después pendientes de nuevo del móvil pero, en este caso,
nunca sonaría.
Y al final de la historia los
optimistas patológicos pensaban “bueno, esto es un bache, volvemos tres o
cuatro años atrás pero empezamos otra vez”. Ahora te dicen los bien pensantes
de Madrid que las comunidades deben recortar el doble que el año pasado. ¿Sabes
en qué? Sí, en ti. Subirán horas, subirán ratios y la especie interino quedará
vista para sentencia y no porque habrá oposiciones con las plazas que se
necesitan, sino porque el proceso de asesinato de la educación pública ha
comenzado y avanza a pasos agigantados.
Con el corazón encogido y todo el cariño que pueda expresar. A mis
compañeros y compañeras interinos que
comparten mis sueños, mis tristezas y mi falta de futuro. A los profesores
funcionarios de carrera que han estado al lado de la educación pública.
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