El asunto del
Plan ideado para que los Ayuntamientos de toda España pudieran o, simplemente,
aceleraran los trámites para pagar a sus proveedores es para analizarlo
lentamente, cuanto menos.
Antes de nada
comentar que el plan de proveedores no es ninguna superestructura, de la idea o
los hechos, y podríamos resumirlo de una manera rápida, llana y sencilla: un
crédito para pagar a proveedores que lleva unido un plan de ajuste (recorte).
Ni más ni menos. Los bancos prestan un dinero a los ayuntamientos a algo más
del 6% de interés, dinero que, anteriormente, ha sido otorgado a los
bancos a través del BCE (dinero público)
al 1%. Además podríamos destacar rápidamente que, ni siquiera, podían los
ayuntamientos elegir la entidad con la que firmar el crédito. Más parece un
rescate de bancos que de proveedores pero esa no es la cuestión en este caso.
Para empezar
tendríamos que partir de una base sólida que sirva como primer cuerpo de la
pirámide de mastabas que queremos dibujar. Esa base no puede ser otra que la
idea indiscutible de que los proveedores tienen que cobrar y no meses y años
después de realizar los trabajos. Esto es obvio pero, en la realidad, se
actuaba de una manera totalmente distinta a dicha obviedad, dejando que pasaran
los meses hasta poder hacer frente al pago de ciertos trabajos realizados, en
no pocas ocasiones, por pequeñas y medianas empresas que corrían el riesgo,
debido a la conjunción de postergar el cobro a las administraciones y la crisis
económica, de ir a pique. Pero claro, no debemos quedarnos en este punto conocido
y entendido por toda la ciudadanía y tendremos que preguntarnos ¿por qué no
cobran los proveedores?
Supongo que para
contestar esta pregunta tendríamos que tener en cuenta los cientos de
escenarios que existen. En algunos casos los ayuntamientos habrán ido más lejos
de lo que sus economías les permitían; en otros casos habrán sido situaciones
puntuales muy relacionadas con la crisis económica o nos encontraremos con
impagos provocados por otras administraciones superiores. Todas estas
situaciones posibles, y probables, están además rebozadas con otras dos
cuestiones: el problema endémico en cuanto a la financiación de los
ayuntamientos españoles y la segunda, pero no menos importante, un marcado
tinte ideológico de adelgazamiento de lo público que llega, por la vía de la
pseudo-intervención, a los ayuntamientos.
Por lo tanto me
centraré en una situación concreta y real ya que analizar todos estos
escenarios sería tremendamente aburrido para mí y el lector.
En
primer lugar la financiación local. Los ayuntamientos vienen realizando, de
manera histórica, funciones que corresponden a las autonomías. En la mayoría de
los casos a través de convenios y acuerdos con las mismas que no presentan
mayor problema salvo, como es el caso, que la administración regional no te
pague dichos convenios. En ese caso, las posibilidades de un ayuntamiento de la
provincia conquense de llevar sobre sus espaldas servicios como CAI, Casas
Tuteladas o Ayuda a domicilio se hace un juego de malabarismo imposible de
mantener. Por lo tanto, los ayuntamientos deben tener autonomía financiera y no
estar sujetos, como norma habitual, a los convenios. Esta autonomía se consigue
cumpliendo los pactos de la FEMP, en la política de los tres tercios, para hacer
efectiva la suficiencia financiera de los ayuntamientos, como administración
gobernada por la ciudadanía y garantizar la atención a los vecinos. A esto
tendríamos que añadir una Ley de Financiación Local que defina los recursos y
las competencias de las administraciones locales.
La cuestión es
que hasta hoy eso no se ha hecho y se ha funcionado a base de convenios que, en
muchas ocasiones, hacían llegar las funciones propias de administraciones
superiores a los ciudadanos de la mano de sus ayuntamientos.
Aquí
enlazaríamos con el siguiente asunto. La Junta de Comunidades adeuda, a día de
hoy, cientos de miles de euros, millones de euros en algunos casos, a la
mayoría de los ayuntamientos. No es una tabla de salvación para todas las
corporaciones, solo para aquéllas cuyo problema de impagos provenga de esta
situación que, por otro lado, es tan real como la vida misma. Esto quiere decir
que en casos como el de Mota del Cuervo, la Junta de Comunidades adeuda en torno
al millón y medio de euros (cifra totalmente variable de un día para otro) y el
ayuntamiento ha solicitado en el plan de pago a proveedores unos 380.000 euros.
A ningún lector se le escapa, observando además que no hay una tradición de
impagos que se arrastren durante años sino todo lo contrario, que este
ayuntamiento y sus corporaciones durante este nuevo siglo de burbuja económica,
han hecho las cosas bien y han sido más que cuidadosos con el gasto del dinero
del contribuyente.
Por lo tanto
nos encontramos que, en ciertos casos, este plan no parece tener mucho sentido
ya que el crédito lo debería sacar la administración causante del problema y no
el sufridor de los inconvenientes. Dicho de otra manera: la Junta debería pagar
los intereses por su deuda y no empaquetar a los Ayuntamientos la solución a su
problema.
Pero aquí
entra la segunda cuestión, la ideológica. La forma de actuar de este plan de
pago a proveedores es similar a la que utilizan instituciones como el Fondo
Monetario Internacional: intervención de las cuentas para cobrar el dinero. Una
actitud que ataca la soberanía municipalista (entre otras cuestiones). Como
comento, el plan lleva adherido un recorte obligatorio en casi todas las
cuestiones y una subida generalizada de tasas e impuestos. Cada ayuntamiento
habrá podido, a priori, ver donde cargaba más las tintas, pero lo que es seguro
es que han sido instados a recortar y a ingresar más. Tanto es así que el plan
debía ser aprobado después por el ministerio de economía. Como podemos observar
se cierra el círculo: una administración superior deja de pagar a un
ayuntamiento al que, por supuesto, empuja diariamente al precipicio y, en el
último momento, se les otorga (por cierto con gran grandilocuencia y bombo
político-mediático) la capacidad de sacar otro crédito más (que ya explicamos
que tipo de crédito al principio). Curioso que el que adeuda pueda seguir
tranquilamente funcionando y manteniendo su deuda mientras que obliga a los
pequeños a hacer lo propio para tapar sus agujeros y, para más inri, con las
reglas que ponen los que provocan los impagos. Una situación dantesca que
terminará con los ayuntamientos aun mucho más endeudados y, lo que puede ser
todavía peor, recortando como locos en los servicios sociales que vienen
manteniendo.
En realidad, y siempre ciñéndonos a casos como el explicado o similares, los ciudadanos de cada municipio en estas circunstancias estamos financiando a la Junta de Comunidades y consiguiendo que, a costa de nuestro bolsillo, de nuestros servicios públicos y de las cuentas de nuestros ayuntamientos, el gobierno regional alardeé de pagar a proveedores y de terminar el primer trimestre de 2012 con superávit.
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