Es un día triste porque miles de
compañeros serán hoy despedidos y después, en poco más de dos meses, no
contratados.
Es un día triste porque continúa
el fin de la escuela pública, con unas ratios por aula increíbles e inasumibles
para la correcta práctica de la docencia, con una tremenda falta de profesores,
con falta de recursos, sin becas, sin libros gratuitos, sin… Se entiende.
Es un día triste porque la
próxima vez que los centros abran sus puertas lo harán con un 20% menos de
plantilla.
Es un día triste porque muchos de
mis compañeros, todos los que tenían vacante, suponían su trabajo hasta el 14 de Septiembre y, un día porque sí, les
birlaron dos meses de trabajo y sueldo.
Es un día triste porque, no
conformes con ello, han mendigado en la ignominia, buscado en el cajón de los
rastreros para ahorrarse el pago de un día (sí, como lo oyen) y despedir a los
compañeros hoy y no mañana aunque su contrato marcara como fecha de fin el 30
de Junio.
Es un día triste porque otros miles de no compañeros han
minusvalorado la lucha por la educación pública y, en este día, son
corresponsables de esta tremenda tropelía.
Y, principalmente, es uno de los
días más tristes de mi vida porque nos da igual. Porque no existe ninguna
conciencia de clase y, ni tan siquiera, de grupo o colectivo. Porque hay quién
justifica, quien aplaude, quien ríe y, mucho peor aún, quien baja la cabeza y
deja que sus compañeros pierdan su dinero, su tiempo y, en los peores casos, su
trabajo sin hacer nada. Es un día muy triste porque recibo una lección tremenda
y difícil de borrar: cuatro pueden hacer lo que quieran, por indigno que sea o
parezca, con millones.
Gracias a los que han estado en
la brecha, interinos y fijos, y, sobre todo, unas amargas gracias a los que me
han hecho ver de qué pasta es el mundo…. Y ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario