El rumor-noticia-dato-información
de que en España hay casi medio millón de políticos está circulando, con
tremenda fuerza por cierto, por la red y también en el boca a boca. La gente se
siente indignada, como es lógico, ante tal dato y pide la cabeza de los máximos
posibles de ese medio millón. Piensan, rápidamente, en los sueldos, dietas,
escoltas, coches oficiales y demás parafernalia que tienen que mover ese amplío
grupo de privilegiados. Niego la mayor en varios sentidos y doy la razón en
otros. Espero saber explicarme.
Ese dato debería ser, como
mínimo, precisado. Muchos podemos pensar, y pensamos, que en España hay casi
medio millón de políticos electos y, por supuesto, no es así. Parece ser que el
dato de políticos electos más real, sin querer yo asegurar que sea exacto,
sería unos 73.500. Este número lo obtenemos de la suma de 350 diputados del
Congreso, 266 senadores, 1.218 diputados autonómicos, 68.462 alcaldes y
concejales, 1.810 consejeros comarcales (en Aragón y Cataluña) y 1.409
diputados provinciales y consejeros insulares. Si fuéramos aún más
precisos, deberíamos restar a esa cifra la cantidad de diputados provinciales
porque son antes concejales y, por otro lado, sumar los eurodiputados. Como
vemos los datos son claros y no podemos creer al primero que diga, como esta
mañana mismo he leído por ahí, que entre diputados y senadores hay mil
políticos. Sí, se asevera de esta manera tan burda una falacia fácil de
desmontar.
Algunos no se conforman y los que
saben de diseño han creado cartelitos que dicen que “si se recortaran cada uno
de los más de 425.000 políticos 1000 euros se ahorrarían casi 5000 millones de
euros.” Lo que no dice ninguno de los carteles es que, además de no existir,
como hemos explicado, ese número de políticos, muchos de ellos no pueden dejar
de ganar 1000 euros porque ingresan la friolera de 0 € al mes. Miles de
concejales, diría que quizás el 80%, no cobra nada en concepto de pago o sueldo
(quizás, y no todos, una media de 30 o 50 euros por asistir a los plenos) Por
lo tanto la mentira suena genial pero, en la práctica, es mentira. Ni que decir
tiene que de esos 73500 políticos la amplísima mayoría no tiene, ni ha visto
nunca, un coche oficial, un escolta… ni nada que se le parezca.
Supongo que para alcanzar esa
cifra, que supongo sale de algún sitio, se sumaría toda contratación o
desginación a cargo del erario público y realizada por políticos. No es lo
mismo aunque por aquí sí habría un interesante debate.
Dicho esto creo que debo dar la
razón, como decía al principio, en otras cuestiones que giran en torno a la
supuesta cifra de políticos. Es cierto que lo que no se puede consentir es que
no tengamos una tabla que regule los sueldos de los políticos. Sí, no puede ser
que dos municipios de similares características y tamaño, tengan alcaldes con
sueldos entre los 1000 y los 4000 euros al mes. No es lógico que presidentes de
comunidades autónomas (incluso no sé si no habrá ciertos alcaldes) cobren más
que el presidente del gobierno y los ministros. Por lo tanto parece lógico que
exista una tabla o una guía para que no sean, en última instancia, los propios
políticos los que se pongan el sueldo.
Similar tabla podríamos hacer con
las liberaciones que un ayuntamiento o institución puede tener (y que puede ser
la base de la cifra de casi medio millón de políticos). Un alcalde puede cobrar
poco y, después, contratar a 7 personas, por cierto a dedo si son cargos o
trabajos de confianza. Lógicamente, nuestra tabla marcaría cuántas personas se
supone necesita un pueblo para ser gobernado. Además, añado, tendríamos que
intentar limitar al máximo las contrataciones “de confianza” y sustituirlos por
funcionarios que, a la postre, consiguen su puesto por mérito y capacidad.
Para terminar me gustaría
expresar mi temor ante estas afirmaciones que, debo reconocer que incluso a mí,
nos causan tanta indignación. En democracia todos los debates son importantes e
interesantes. Bajo esta premisa, un debate serio y sosegado sobre número de
políticos, sueldos o situación de la política actual me parece, a todas luces,
interesante e, incluso, necesario. Pero lo que estamos viviendo es un
descrédito, seguro que en muchos casos merecido, de la política por culpa de
unos políticos que han creado una casta que impide salir de ella y entrar a
otros si no es con su permiso. Unos
políticos que legislan a favor de los que los sostienen y que se benefician,
económicamente hablando, en cantidades tales que podríamos llenar 1000
congresos como el actual. Eso es lo que hay que evitar y no condenar una
actividad, la política, que es buena por naturaleza y que debe ser realizada
por personas con clara vocación de dedicación pública. La política es necesaria
y, además, lo es porque la ausencia de ella nos lleva a las dictaduras, al
mandato de uno que dice que todos los demás son un cáncer para la sociedad, al
dictatorial orden que surge de la ausencia de la misma. No es la primera vez
que algunos han desprestigiado a la política, a través de desprestigiar a sus
políticos, para ejercerla ellos como un poder heredado e inamovible y que, por
cierto, al final salen más caros social y económicamente.
Para cerrar también creo que los
ciudadanos tenemos que reflexionar. Nos suele gustar este tema tan popular
pero, a la hora de la verdad, nosotros somos también culpables de que un
alcalde se sienta el jefe del pueblo o sea, a la vez, alcalde, diputado
provincial, consejero en la mancomunidad, senador y lo que surja. Porque
tenemos la manía de ver la paja en el ojo ajeno, pero si el que disfruta de
esta posición es José Luis, mi alcalde, “hombre es que es muy válido.” Es la
ciudadanía la que tiene que castigar las malas actitudes de los políticos en
las urnas y no ponerlos verdes durante cuatro años para votar, una y otra vez
de manera sistemática, siempre a los mismos. Esa seguridad que sienten algunos
de poder hacer lo que quieran no ayuda a tener unos políticos que trabajen más
por nosotros y menos por ellos.
En definitiva, debate sobre la
organización política de un país: por supuesto. Crítica vacía o basada en
falsedades sin aportar nada para mejorarlo y que, por desgracia, solo beneficia
a personajes con actitudes y aptitudes poco democráticas: no, gracias.
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