De ahí, del pésimo resultado
electoral que obtuvo el PP y, por supuesto, de las encuestas que los grupos
políticos manejan, y en especial los grandes, nace la idea de intentar mantener
el máximo poder municipal posible. Además, por si lo primero fuera poco, al Gobierno del Estado
parece preocuparle, y no poco, que esa pérdida electoral no tiene pinta de
recaer, al menos como lo ha hecho históricamente, en la otra “cara de la
moneda”
Existen dos cuestiones que saltan
rápidamente a la vista del lector, la primera que el Partido Popular sabe que
su hegemonía (recordemos que ha alcanzado un poder en las instituciones inédito
hasta la fecha) llega a su fin y, la segunda, que no hay otra forma de parar la
pérdida que haciendo “cabriolas electorales”. Recordar, y hago solo un inciso
en la cuestión principal del artículo, que María Dolores De Cospedal ya ha
hecho lo propio en Castilla-La Mancha con el Estatuto y la Ley Electoral para,
a pesar la tremenda caída que imagino ven acercarse, puedan mantener el
gobierno de la comunidad, al menos, otros cuatro años aunque, para ello, pueda dejar
fuera del parlamento a los representantes de otros partidos que reciban,
conjuntamente, más de un 20% del voto emitido por la población. Una verdadera
aberración democrática a la manchega.
La “cabriola” electoral que
propone el PP parte con varias cuestiones que todos podemos compartir que la
lastran y la hacen, cuanto menos, inoportuna. En primer lugar porque no es
lógico ni normal, palabras que tanto gusta de usar nuestro Presidente, que un
solo partido se lance a cambiar esta cuestión tras un varapalo electoral y a
pocos meses (menos de un año) para la celebración de los comicios. Es tan
inoportuno que hacerlo sería, incluso, impúdico.
Además, hay otras cuestiones que
deben preocuparnos. No entraré en el fondo del sistema que se debe seguir en
los procesos electorales porque no es el fin de este artículo. Está claro, ya
casi nadie duda ya de ello, que los sistemas de reparto de escaños o concejales
que tenemos vigente, con sus circunscripciones provinciales y rematado con la
Ley D´Hont (no tan problemática como la división provincial), no es, ni de
lejos, un sistema que reparta, de manera lo más proporcional posible, el poder
con la equidad que sería deseable tras la expresión del sentir popular. También
está claro que existen diversas fórmulas y que, aunque no conocemos qué propone
exactamente el presidente, se aplican en distintos países cuestiones como las
propuestas y otras tantas formas y maneras, casi, como países hay en el mundo.
La fórmula de que la Alcaldía la
ostente el ganador de elecciones, “fórmula anti pacto de los perdedores” –como
hoy he escuchado a Esperanza Aguirre-, no tiene en cuenta que nuestras
elecciones no hablan de perdedores o ganadores, sino de un reparto de poder que
sea concorde con las sensibilidades del municipio en cuestión. No parece que un
poder absoluto de un partido (ahora explico esto), por tener un voto más, sea
un reflejo de las diversas opiniones políticas del pueblo soberano, sino
cualquier otra cosa. Cuando la ciudadanía de un municipio entrega 10 concejales
y concejalas a un partido, 9 a otro y 2 a un tercero (como puede ser el caso de
Alcázar de San Juan, por poner un ejemplo) no están diciendo que el de 10 deba
ser el Alcalde y ostentar el poder, sino que 21 personas forman la nueva
corporación y que, entre ellas, deben decidir las cuestiones de su consistorio
y, entre ellas, quién será la máxima representación del mismo y podrá ejercer
las atribuciones que la Ley le reconoce. Lo demás, la propuesta de Mariano
Rajoy, violenta esta tradición electoral y se asemeja a otros sistemas que, sin
entrar a juzgarlos o valorarlos, no tenemos asumidos en nuestro país.
A esto debemos añadir una
cuestión básica, a mi entender, y que es lo que más preocupación me causa. En
el caso expuesto anteriormente, la alcaldía la tendría el partido con 10
concejales y concejalas pero, en realidad, no tendría la mayoría del pleno. Eso
quiere decir que, con las Leyes actuales en la mano, su gestión estaría, o
podría estar, totalmente maniatada y los 11 representantes de la población que
no quieren a dicho alcalde o alcaldesa son más, hasta que se demuestre lo
contrario, que los diez que sí –aunque los segundos hayan ganado las
elecciones- Esto puede significar que el globo sonda no aporta toda la
información y que el Partido Popular puede estar pensado, y es un análisis muy
personal de la cuestión, en modificar la Ley de Bases de manera amplía para que
el Alcalde ostente un poder mucho mayor, casi absoluto. De esta manera, los
plenos perderían importancia y no habría un problema “excesivo” en que los
alcaldes y alcaldesas no tengan mayoría en su pleno. Esto podría derivar en
pequeños jefes absolutos locales que, perdone que le contradiga señor
presidente, no parece que vaya en la dirección de las medidas de regeneración
democrática que el pueblo pide a gritos.
En cambio, si de verdad se quiere
“regenerar” nuestra vida política, sí podría plantearse, aunque estas medidas
no parecen entrar en su lista, la figura de la revocación de cargos electos; la
obligatoriedad en la transparencia y rendición permanente de cuentas; marcar
las incompatibilidades entre el poder público y privado de manera clara;
trabajar una verdadera Ley Anticorrupción; llevar la democracia interna a los
partidos; mejorar y ampliar las leyes de participación ciudadana y utilizar los
referéndums sobre cuestiones de calado o modificar la Ley Electoral para
hacerla más justa y representativa. Darle, en definitiva, la voz durante los
cuatro años que hay entre elección y elección, al pueblo soberano.
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