Habría que empezar por precisar en título de este artículo que,
de manera originaria, era “la educación que queremos.” Obviamente ese escenario
educativo está, si cabe, mucho más lejos que el de la “educación que
necesitamos” que, de por sí y debido a los diferentes gobiernos y medidas que
no ayudan, o que directamente van en contra, no es sencillo pero sí realizable.
Necesitamos una educación pública que cumpla su verdadera
función: ser un derecho de y para la ciudadanía. Para ello, es imprescindible
abandonar el camino de la concertación de centros, máxime en aquéllos lugares
donde existen escuelas públicas, para avanzar en la ampliación de la red de centros
educativos de titularidad y gestión pública. Una educación que, lógicamente y
para poder ser ese derecho que comentamos, debe ser absolutamente gratuita.
Para ello es necesario una financiación acorde que, en primer lugar, no debe
ser nunca contabilizada como un gasto sino como una inversión –además muy
importante- en el futuro de nuestra sociedad. Es imprescindible igualarnos a
Europa en este sentido y de manera inmediata creciendo hasta el 5% del PIB y
poder, a partir de ese momento, avanzar hacia el 7% deseable.
Necesitamos, de manera urgente, una educación moderna que nos
sirva para aprender, para evolucionar y, también, para que todo el alumnado
pueda alcanzar el éxito escolar y social. Para ello hace falta introducir
cambios metodológicos y organizativos, sobre todo, con respecto a la diversidad
del alumnado, aumentando recursos en zonas y centros con mayores desventajas
sociales. Cambios en las formaciones profesionales con remuneración de
prácticas y aumento hasta los 18 años de la educación obligatoria. Para ello,
obviamente, será necesario el aumento de plantillas de profesorado –y no
despedirlos en verano- La reducción de las horas lectivas del cuerpo de
profesoras y maestros mejorará la preparación y la formación de los mismos y,
por supuesto, la reducción inmediata, imprescindible y general –no como medidas
cosméticas ni anuncios vacíos- de una ratio de estudiantes que no debe superar
los 20 por grupo en Primaria y Secundaria –y mejorar las relaciones entre ambos
niveles.- Por su puesto, para formar con equidad deberemos introducir un currículo
intercultural, ecológico, igualitario, laico e inclusivo, que debe evaluar los
aprendizajes, es obvio, pero también la práctica docente y el funcionamiento de
los centros. Incluso el propio sistema educativo.
Necesitamos una educación con un cuerpo único de profesorado,
formado permanentemente –teórica y prácticamente- La estabilidad de las
plantillas – no podemos seguir utilizando empleo precarios cuando se necesitan,
sistemáticamente, miles de personas cada inicio de curso.- Las plazas
interinas, por tanto, deben reducirse al mínimo posible y tenemos que reconocer
la experiencia de este personal en las bolsas de trabajo, mientras gestionamos
accesos diferenciados. Sería importante contar con un estatuto docente que
emanara del acuerdo con la representación sindical.
Necesitamos una educación que no estandarice, que no haga “tabla
rasa” y que sea permeable a las necesidades educativas de cada alumnado, centro
o zona donde está implantada. Siempre, por supuesto, huyendo de la segregación,
debemos ampliar la autonomía pedagógica para alcanzar esos objetivos, abriendo
la participación democrática –y equilibrada- entre todos los actores de la
comunidad educativa. Además, cada barrio, pueblo o zona es diferente y una
buena inclusión de la escuela en la ciudad nos ayudará a que el entorno sirva
como un auténtico recurso educativo.
Necesitamos una educación que cuide su universidad y la
investigación. Esta necesidad es, incluso, como país. Imprescindible abandonar
la senda de mercantilización en la que circula la Universidad Española y que, desde la aprobación de la “Estrategia
Universidad 2015” es todavía más patente. La universidad debe ser pública y al
servicio de toda la sociedad, gratuita para facilitar el acceso a todos los
sectores de la población –con un sistema generalizado de becas-salario en tanto
en cuanto se alcanza la gratuidad.- La democracia tiene que gobernar las
universidades y la participación se hace imprescindible. Obviamente, con la
participación también aparece la corresponsabilidad de todos los miembros de la
comunidad. Una universidad que sirva para introducir nuevos modelos de
investigación que promuevan el desarrollo sostenible compatible con el
decrecimiento en el consumo de recursos naturales y, por supuesto, donde se
asegure el carácter público de los resultados de las investigaciones.
Podríamos
ser más precisos en muchos puntos, ampliar a otras cuestiones que seguro deben
cambiarse (¿de verdad sirva para algo una prueba como la EVAU?) pero creo que,
con estas líneas, queda claro hacia donde debería caminar nuestra educación y
los resultados de la comparación con el sistema actual y hacia donde se está
encaminando son claramente negativos. La educación será la base de una sociedad
más justa, más equitativa y más capaz de hacernos alcanzar los objetivos,
lógicos y comunes, que nos marcamos como pueblo.
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