Hoy es 17 de octubre y el
calendario nos recuerda que celebramos el Día Internacional para la
Erradicación de la Pobreza. Lo triste de esta onomástica es que, en estos días
anteriores a dicha celebración, hemos conocido, un año más, cuáles son los
datos de nuestra región (y de nuestro país) con respecto a la pobreza.
Castilla-La Mancha tiene a casi
el cuarenta por ciento de su población (el 37.9%) en riesgo de exclusión
social, encontrándonos muy por encima de los datos de la media nacional (en
torno al 10%) y somos la tercera comunidad con peores datos. Por ponerle
números a este porcentaje, más de 700.000 personas estarían en esta situación
en nuestra región. No cabe duda, tenemos un gran problema. Mayor aún si miramos
los datos del año anterior y vemos que, por desgracia, ha crecido este
porcentaje del 35% a los números actuales.
Estos datos son solo eso, datos,
sino ponemos al lado “cara, nombre y apellidos” de cada una de esas personas
que viven en los límites que, estadísticamente, hemos marcado y que, por tanto,
están en una situación de riesgo. Nadie duda que con este panorama es muy
difícil construir nada –socialmente hablando- y debería ser un tema que abriera
a diario nuestros telediarios.
Estas circunstancias todavía
pueden empeorar, y lo hacen, si miramos que muchas de las personas que se
encuentran ante esta amenaza tienen un empleo, están trabajando. Por tanto, la
idea tradicional de que el trabajo nos aleja de la pobreza, de la exclusión,
hoy en día está desfasada y la generación de trabajadores y trabajadoras pobres
ha llegado, según parece, para quedarse.
Parece, por tanto, una efeméride
que viene a recordarnos un problema más que una celebración. Debemos aprovechar
este día para tomar una decisión colectiva, del conjunto de la ciudadanía y,
por supuesto, de los representantes políticos y que ésta vaya en una sola
dirección: dejar a 0 el número de personas pobres o en riesgo de pobreza en la
región.
Para eso debemos actuar en el
frente de los ingresos, haciendo nuestros impuestos más progresivos y, a la
vez, más justos. Un cambio radical en el tejido productivo con la prestación de
servicios públicos y con la generación de empleo en aquellos nichos existentes
(cuidados de personas; turismo verde y sostenible; energías alternativas;
agroindustria…) Empleos dignos, de calidad y, muy importante, estables.
Y, además, debemos actuar sobre
los gastos y poner en marcha sistemas como la Renta Básica Garantizada o el
Empleo Garantizado, incluso estudiar otras propuestas de partidos políticos,
sindicatos y sociedad en general, que sirvan para acabar con esta lacra.
De esta manera, con medidas y
decisión es la única manera para que en 2018 no celebremos un 17 de octubre con
casi un cuarenta por ciento de ciudadanos y ciudadanas, vecinos de nuestros
pueblos y ciudades, que no saben si podrán encender la calefacción, tomar las
calorías, proteínas o vitaminas necesarias
y recomendadas o comprar el material escolar por situarse por debajo de este
vergonzoso umbral.
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